Cuando Verónica irrumpió en el dormitorio, César tampoco estaba, en su lugar encontró una misteriosa carta. Extrañada por la ausencia de su amigo y el repentino descubrimiento de aquel papel, no hizo más que preocuparse por su paradero y apresuró la lectura para hallar posibles respuestas.
A ti, porque siempre vas a ser quien esté pendiente de mí, a pesar de todo:
La mañana de aquel día cambiaría para siempre mi forma de ver la vida. Tan pronto abrí los ojos a la luz del amanecer, supe que nada volvería a ser como antes, que el pasado quedó atrás y nunca más volvería a afectar la trayectoria de mi camino. Ahora no aceptaré un NO por respuesta, incluso a mis más oscuras obsesiones. Si de esto se trata la libertad, pues hagámoslo, no me importa. Si de esto se trata el amor, entonces, de lo único que creo arrepentirme es de no haberlo pensado antes y dejar que siempre sea yo quien viva por los propósitos de alguien más. Ahora lo repito, no me importa y eso es todo lo que tengo que decir.
No me juzgues, tal vez esté cometiendo un pecado muy grave, ya no lo sé, ¿qué hay del resto? júzgalos también, por qué he de ser yo quién pague todos los platos rotos, tengo todo el derecho de señalarlos y justificarme. Si, es verdad, murió un tipo, no quise que ocurriera pero piénsalo, es mejor así, el hombre no valía la pena, no tenía propósitos, su único fin era muy patético y nadie saca provecho de ello en este mundo, o tal vez si, más de lo que el pobre hubiese querido. Le hice un favor, no me juzgues.
Todo ocurrió cuando se atrevió a llamarme “idiota”, bueno, para él debió haber sido una palabra muy familiar, lo supongo, aunque no se lo decían directamente a la cara, lo sé, estoy seguro de ello. El imbécil quiso pasarse de la raya, lo detuve, lo liberé y lo llevé a un estado del que no volverá a preocuparse por nada. La solución estaba en sus manos, nunca se atrevió, yo solamente le brindé un poco de ayuda.
Hoy es otro cantar, hoy puedo decir que lo que ocurrió anoche, tarde o temprano, debía ocurrir. No solo por ti mi querida amiga, sino porque las aspiraciones y los sueños van desapareciendo como el fuego que se extingue con el paso del tiempo. Hay que echarle agua para que el humo no quiera volvernos nostálgicos, pensativos. Hay que pisotearlo para que no se atreva a renacer y querernos engañar nuevamente con promesas que no llegan a cristalizarse. No me busques, no me pienses, no estoy en los lugares que frecuentamos, no estoy en los ojos de alguien más. Pagué el precio de esta condena la misma noche que acabé con el tipo que te engañó al decirte que te quería y que nunca iba a dejarte. El amor es más que eso, espero que lo entiendas y puedas perdonarme algún día. Esa fecha llegará tarde o temprano, llegará como el fin de esta pesadilla, de eso estoy seguro.
Vive para cumplir tus deseos, solamente tuyos. No me odies por tanta soledad a pesar de estar a tu lado. Siempre toma las mejores decisiones como yo lo hice.
Te amo.
César
Las lágrimas de Verónica dispersaron la tinta en el papel. Al soltar un grito de angustia, el gato salió corriendo del baño para posarse bajo los rayos solares en la ventana del pequeño departamento y limpiar sus bigotes ensangrentados. La mujer asustada miró al animal, atravesó con prisa el pasillo y al llegar a la puerta observó el cuerpo inerte de César tendido en el piso lleno de sangre y el “imbécil” de la pared roto en mil pedazos… Dicen que un gato negro y un espejo roto siempre traen mala suerte.
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